Cuando anochece Lisboa
el fado parte el cristal
de la garganta de Alfama,
la perla de Portugal.
Su canto corre las calles,
se lleva su llanto el mar
por un amor marinero
que nunca va a regresar.
Todos los pasos que pierde
sin rumbo la madrugada
en brazos del vino verde
por calles desordenadas
miramos la misma estrella,
tuvimos la misma cuna,
llevamos la misma huella
que deja al besar la luna.
Desde San Pedro de Alcántara
el Barrio Alto la mira
alimentando esperanza
para no ver la mentira.
Su voz en el viento labra
palabras que le diría
si consiguiera cruzar
la Baixa por ella un día.
Todos los pasos que pierde
sin rumbo la madrugada
en brazos del vino verde
por calles desordenadas
miramos la misma estrella,
tuvimos la misma cuna,
llevamos la misma huella
que deja al besar la luna.
Como soldado que avanza
frente a la noche que cede,
trepando por los tejados,
bajando por las paredes,
se lleva el sol la esperanza
de Alfama, como otras veces
le trajo los barcos salvos,
cuando Lisboa amanece.