Aunque salen de noche las estrellas
y las traigo a morir en un renglón,
ya no canto si puedo estar con ella
ni tiene ya sin ella sentido mi canción.
Tengo miedo a perderla entre la gente
y cargar con el peso del perdón;
al querer de las uñas y los dientes,
al viento de la frente que apaga el corazón.
Busqué del alma un sitio extraño
oculto de la senda
de paso de los años
para guardar la fe,
para olvidar el daño,
para limpiar la venda
que ciega el desengaño.
Por dormir en sus brazos el presente
he olvidado el camino a la tristeza,
donde habitan los versos más urgentes,
el genio de la mente y la luz de la belleza.
El amor terminado y su macabra
silenciosa manera de apagar
en mi boca la luz de la palabra
cuando su mano labra
la tierra de mi hogar.