Porque me giro y te veo
entre la piedra y la niebla
de la playa en Ribadeo
abrazada con el mar
y mi corazón se puebla
con los hombres que ha perdido
y el avance del olvidono
ha conseguido alcanzar.

Y veo el Puerto de Bares
desde el camino del faro
cuando prenden los hogares,
amanecen las cantinas
y se mecen al amparo
soñador de tu mirada
las chalanas amarradas
entre el cielo y las Colinas.

Como una estatua de bronce
conservo en la piel impresa
esa luz azul turquesa
que nos iluminaba entonces.

Y recuerdo tu ademán
pensativo de sirena
al final del pantalán
cuando pienso en Ortigueira,
y la espuma con la arena
en constante parloteo
y la tarde en el paseo
y a lo lejos la muiñeira.

Como una estatua de bronce
conservo en la piel impresa
esa luz azul turquesa
que nos iluminaba entonces.

Y el silencio clandestino
que te dio la hora de cierre
esa noche en Finisterre
con el ribeiro en la orilla
para entregar con el vino
la llave de las palabras
y pedirme que las abra
con salitre en las mejillas.

Como una estatua de bronce
conservo en la piel impresa
esa luz azul turquesa
que nos iluminaba entonces.